EL CAFÉ LLEGÓ A COLOMBIA PARA FLORECER

EL CAFÉ LLEGÓ A COLOMBIA PARA FLORECER

 
 
La teoría más clara sobre la llegada del café a Colombia es aquella relacionada con que fueron los jesuitas quienes trajeron semillas del grano citado a la entonces Nueva Granada hacia el año 1730. Pero también está la posición que dice que las primeras semillas de café llegaron por el oriente de  nuestro país, de la mano de algún viajero procedente desde las Guyanas y a través de Venezuela.

Precisamente el testimonio escrito más antiguo sobre la llegada y desarrollo del cultivo del café en Colombia se le atribuye al sacerdote jesuita José Gumilla, en su célebre  El Orinoco Ilustrado (1730), para más señas, con el gran título de: EL ORINOCO ILUSTRADO, Y DEFENDIDO, HISTORIA NATURAL, CIVIL, Y GEOGRAPHICA DE ESTE GRAN RÍO, Y DE SUS CAUDALOSAS VERTIENTES, en donde resaltó su presencia en la misión de Santa Teresa de Tabajé, cercana a la desembocadura del río Meta en el Orinoco. En dicho libro nos dice:

“El café, fruto tan apreciable, yo mismo hice la prueba: lo sembré, y creció de modo  que se vió ser aquella tierra muy a propósito para dar copiosas cosechas de este fruto. Por lo que mira al añil, brota en aquel terreno al modo como en otros nace y crece de suyo la maleza, y ya se ve cuánto diera, y con qué abundancia, sembrado y cultivado”.



En dicho libro dice claramente: “el propio llevó café: fue su introductor en Venezuela”. Refriéndose a que el café llega de Guyana a Venezuela, y de ahí a través del Orinoco a nuestras tierras en Colombia.

Otro testimonio escrito sobre el café en Colombia es del famoso arzobispo-virrey Caballero y Góngora (1787) quien en un informe a las autoridades españolas señaló sobre el su cultivo en regiones cercanas a Girón (Santander) y a  Muzo (Boyacá). Recordemos que para entonces el café ya estaba en Europa y en algunas islas del Caribe.


 
Ya para la época de los primeros años de nuestra Independencia de España, en momentos cuando la quina, el tabaco, el añil, y por supuesto los metales preciosos, e incuso los cueros, eran los productos de mayor exportación de nuestro país, sobre todo a Inglaterra, precisamente en 1835 las cosas comenzaron a cambiar cuando tuvo lugar la primera gran producción con carácter comercial de unos 2.560 sacos de café que se exportaron por Cúcuta vía Venezuela.

Y como en todo suceso histórico siempre hay una anécdota, se dice que para la época el sacerdote Francisco Romero imponía como pena a sus feligreses que se confesaban con él en la la población de Salazar de las Palmas, la penitencia de sembrar café,  con lo cual contribuyó a impulsar el cultivo del grano en esta zona del país. Concretamente en los   departamentos de Santander y Norte de Santander, en el nororiente del país, y de ahí su propagación, a partir de 1850, hacia el centro y el occidente a través de Cundinamarca, Antioquia, la zona del antiguo Caldas, Tolima, y como se sabe, posteriormente Nariño e incluso la Sierra nevada de Santa Marta.
 
En la segunda mitad del siglo XIX el café se convirtió en el principal cultivo de exportación del país, e incluso posteriormente llegó a ser el primer rubro de nuestras divisas, siendo los  Estados Unidos, Alemania y Francia los principales países de exportación. Hoy nuestro café, sobre todo gracias a los llamados cafés de origen y especiales, se ha constituido en un rubro valioso no sólo de exportación, sino ante todo de admiración ante el mundo. 

El cultivo del café en Colombia ha sido sinónimo de democracia y participación, ya que este se ha dado sobre la base de pequeñas y medianas fincas, en donde familiares y amigos son los principales actores tanto del cultivo como de los frutos sociales y económicos que da.

Al respecto hay que tener presente que el cultivo del café  resultó muy favorable para los propietarios de pequeñas y medianas parcelas o fincas, toda vez que el cultivo de dicho grano fue una opción muy atractiva para los campesinos, en la medida en que ofrecía la  posibilidad de hacer un uso permanente e intensivo de la tierra, toda vez que su cultivo era permanente, es decir, todo el año, con una gran cosecha y otra intermedia llamada “mitaca”, lo cual acababa con el esquema productivo de la agricultura tradicional, basado en el procedimiento de roza de quema de la tierra en donde por temporadas permanecía improductiva la tierra.

La llamada colonización “paisa”, que incluye la expansión territorial, económica y social de familias en busca de tierras y su mejoramiento, se dio con base en el cultivo del café y abarcó los territorios de Antioquia, al Viejo Calda, Tolima, parte del Valle del cauca y el Huila. E incluso, fueron los llamados paisas quienes llevaron el cultivo del café a Nariño y la Sierra nevada de Santa Marta.

Como todo producto agrícola el café ha tenido vaivenes. Tiempos de buenos y malos precios, como también tiempos de buenas y malas cosechas, pero siempre ha estado de manera activa en la economía de millares de hogares colombinos y en el sabor de los consumidores nacionales.
Sin ser en la actualidad el café el principal producto de exportación, sigue siendo un activo de la economía nacional, y hoy, cuando los precios se cotizan positivamente al lado de los llamados cafés especiales y de origen, algunas regiones del país han venido cambiando los tradicionales métodos de cultivo, y como los buenos vinos, el café ha encontrado en algunos lugares personas especiales que le han imprimido un sello espacial a sus cultivos, hasta el punto que algunos productores especiales han vendido una libra de café con precios cercanos a los 100 dólares gracias al sello de un gourmet especial.

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